lunes, 30 de abril de 2012

Mi deber es seguir.

   Quisiera decir que estoy vacía. Pero no es cierto. Estoy llena de tristeza, de una amargura gris-oscura que no me deja ver más allá del pasado.
   El Pasado. Ese personaje que lleva persiguiéndome toda la vida. Que no me deja avanzar, no me deja vivir el presente, ni siquiera imaginar el futuro.
   Mi corazón se ahoga en un mar de penas saladas llegadas de una fuente que no se seca. No sabe nadar, no tiene flotador, la luz del faro no lo guía a buen puerto, la mano llameante ya no está para ayudarlo a salir del mar carmesí. Late cada vez más despacio porque mi pasado no se aparta de mi vista aunque mire hacia otro lado. No consigo desencadenarme. La cadena está hecha de sentimientos fuertes que, aunque parte se han ido, otros se han hecho más fuertes. No tengo lima ni sierra para liberarme de ella.
   Quiero quedarme con la parte bonita de mi pasado y desechar el resto, pero es, quizá, por eso que no avanzo. Recordar esos buenos días, ese sentimiento que era tan fuerte, tan sólido, tan incombustible, tan luchador,... Eso me impide mirar hacia adelante, vivir el presente, imaginar el futuro. No quiero enterrarlos porque fueron/son una parte muy bonita y fantástica de mi vida, que me han hecho ver tantas cosas, sentirlas de distintas maneras, disfrutarlas, soñarlas,...
   Pero espero encontrar de nuevo mi camino porque dos pequeños luceros verdes me guían sonrientes y espero no tener la vista demasiado nublada para no dejar de verlos y ser capaz de caminar, otra vez, porque, al fin y al cabo, ellos, son lo único que realmente importa.

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